Padres con un patrón de apego seguro son figuras de seguridad y confianza ya que son capaces de atender de modo adecuado a las necesidades de su hijo. Son padres que tienen un buen autocontrol emocional lo que ayuda a que su hijo aprenda a regularse. En este entorno, el niño crece con una buena autoestima y con unas buenas habilidades emocionales.

 Padres con un patrón de apego evitativo, no atienden a las necesidades emocionales del niño bien porque ignoran que puedan existir, bien  porque no consideran que sea necesario. Son padres rígidos que valoran la norma por encima de lo emocional, son poco afectivos y tienen pocas habilidades empáticas. Todo esto provoca en el niño sensaciones de desconfianza con los demás, evitarán mostrar sus emociones y en sus relaciones futuras mantendrán siempre las distancias evitando la intimidad por miedo a ser rechazados.

 Padres con un patrón de apego preocupado, sus miedos e inseguridades inundarán sus patrones de crianza. No fomentan la autonomía y responden al niño en base a sus propias necesidades. Niños crecidos en este entorno crecen ansiosos e inseguros, con un bajo control emocional y con mucha necesidad de atención y aprobación de los demás.

Padres con un patrón de apego desorganizado, mostrarán conductas de maltrato y de mucha negligencia. Los hijos crecerán en un entorno hostil, de gran pobreza emocional y con mucha probabilidad de desarrollar un problema de salud mental grave. 

Madres y padres que han desarrollado modelos de apego inseguros (apegos evitativos, preocupados o desorganizados) pueden lograr cambiar los patrones de comportamiento automáticos que aparecerán con sus hijos a través de un trabajo de autoconocimiento personal que les ayude a reflexionar sobre cómo fue la historia de apego temprano que tuvieron con sus padres y poder realizar el cambio de actitud necesario.

Sandra Ruiz Torres

www.sandraruiztorres.com

Conclusión:

La educación emocional para la vida  se convierte en un reto esencial para los padres y las madres , existe un especial interés por  enseñar a controlar el exceso estrés, fomentar y promover la autoestima y saber poner nombre a los problemas especialmente en la  adolescencia, desarrollando buenas estrategias y técnicas de comunicación con los hijos.

Los padres y madres necesitan saber más sobre educación  emocional, es decir, necesitan tener esa capacidad para identificar correctamente las emociones para así trasladar esa interpretación a sus hijos.

El dolor, el sufrimiento, el fracaso, la pérdida… son emociones que a lo largo de nuestra vida nos van a acompañar nos guste o no. Si enseñamos a nuestros hijos a poner nombre a estas emociones y les ayudamos a gestionarlas, podremos contribuir a formar a personas emocionalmente estables.